Recordando a D. José Lozano

El 23 de agosto de 2004 nos dejó D. José Lozano Campoy, sin poder iniciar el que habría sido su último curso como profesor de esta Escuela. Todos los que le conocíamos y queríamos (solían ir unidas ambas cosas) deseamos compartir nuestros recuerdos con aquellos que no van a tener ya la suerte de tratarle. Para ello se crea esta sección.

A la antigua sede de la Escuela en la Avda. de la Reina Mercedes llegó en 1977, procedente de Barcelona, donde empezó su carrera docente, tras obtener la cátedra en 1969.

Con anterioridad a eso, trabajó como investigador en la Junta de Energía Nuclear desde 1957 hasta 1969, dedicándose a investigaciones tanto en temas de fisión como de fusión nuclear, aunque llegó a convencerse de que esta última no estaba al alcance de la tecnología disponible por aquel entonces.

Realizó, en aquel periodo, varias estancias en el extranjero. En Ginebra (Suiza) estuvo en el C.E.R.N. entre 1961 y 1963. En las instalaciones del sincrotone de Frascati (Italia), en 1965. En ambos destinos recibió ventajosas ofertas para prolongar su estancia una vez finalizado el periodo previsto, pero él siempre prefirió regresar a España, donde deseaba que se criasen sus hijos. Esta fue también la razón por la que rechazó una tercera estancia, esta vez en San Diego (California), U.S.A., no sin lamentar no llegar a conocer en persona al profesor Feynmann, con el que mantenía correspondencia.

Ha sido, sin ninguna duda, uno de los mejores cerebros que se han dedicado a la Física en nuestro país. Su prestigio fue reconocido por el Comité Nobel, que le consultó acerca de la concesión del galardón correspondiente a esta disciplina. Ya en su juventud fue Premio Extraordinario de examen de estado, de licenciatura y de doctorado. Desde los 16 años, fue becario del Colegio Mayor San Juan de Ribera, en Burjasot (Valencia), institución que no admitía entre sus estudiantes a ninguno que no llegara, al menos, a los dos tercios de sobresalientes en las asignaturas cursadas cada año. Eso no fue problema para él, que casi siempre obtenía matrículas.

Es legendaria la forma en que acudió al ejercicio de problemas, que se incluía entonces en las oposiciones a cátedra, provisto sólo de su querida regla de cálculo, mientras sus contrincantes cargaban con maletines de libros de consulta, según estaba permitido hacer. Terminado el ejercicio, pudo comprobarse que había resuelto a la perfección los tres problemas propuestos, por lo que recibió una especial felicitación del Tribunal, que reconoció no haber visto nada parecido hasta ese momento.

Una vez encaminado a la enseñanza, se entregó a ella en cuerpo y alma, no escatimando esfuerzo alguno para facilitar el aprendizaje de sus alumnos, que realmente le importaban, y mucho. Hay una rica variedad de apuntes de teoría y colecciones de problemas, parte de ellos publicados para el estudio de las asignaturas que impartió, y otros inéditos. Todos ellos reflejan su profundo conocimiento de todas las ramas de la Física, así como su insaciable curiosidad ante los misterios que todavía quedan por resolver.

Ahora, con toda seguridad, los velos se han descorrido para él. Hasta siempre, Pepe.

Ana Mª Marco Ramírez

 

Desearía que estas breves palabras sirvan para recordar la figura singular de nuestro querido maestro y compañero José Lozano; aunque soy consciente de la dificultad que entraña desglosar en tan pocas líneas una personalidad con características tan acentuadas como la suya, sin embargo el aprecio mutuo que nos teníamos y mi propia gratitud me animan en el intento.

Tuve la suerte de encontrarme en la nómina de sus amigos, diariamente a la hora del café tomábamos juntos cualquier bebida –refrescos, agua mineral, etc.–. Aprovechando estas ocasiones como excusa, hablábamos –como hacen todos los amigos– de temas diversos, trascendentes e intrascendentes (tecnología, ciencia, fútbol, religión, política, y un largo etc.). Gracias a esas conversaciones alcanzamos un alto grado de amistad y confianza mutua que me permitió no sólo conocerle sino también disfrutar de su compañía.

De todos los aspectos de su personalidad singular destacaría, en el ámbito docente, un exquisito respeto hacia sus alumnos. Consideraba que nuestra misión como profesor era formarlos racionalmente, de tal manera que en los análisis de situaciones conflictivas sólo debíamos aportar argumentos y datos, pero no opiniones o intenciones personales. Se podría aducir que los argumentos, o razonamientos, pudieran estar condicionadas por sus propias convicciones, sin embargo él intentaba ser escrupulosamente aséptico. A tal fin recuerdo que en sus lecciones de termodinámica, suscitó en clase el problema de las futuras fuentes de energía; aportó a sus alumnos los datos sobre las necesidades del mundo civilizado, y las características más importantes de las diferentes tecnologías utilizables para satisfacerlas. Seguidamente les invitó a ser críticos con las falsas soluciones, para ello les sugirió realizar algunos cálculos y estimar numéricamente la viabilidad de las diferentes propuestas, tras lo cual les invitaba a sacar conclusiones. Todo ello lo llevaba a cabo ocultando escrupulosamente sus criterios e intenciones personales.

El aspecto de su personalidad que más llamaba profundamente la atención, y que considero que caracterizaba su estructura mental, era su honradez o limpieza intelectual; entendiendo esta cualidad como el ser consecuente en los actos y pensamientos con el propio raciocinio. Era de una racionalidad tremendamente rigurosa y al mismo tiempo consecuente con sus deducciones intelectuales, y ello de forma habitual y en todos los aspectos de su pensamiento. Recuerdo que problemas o deducciones científicas complicados las resolvía sin preparación previa, de corrido y escribiendo sin una sola tachadura. Ello sólo se puede realizar si las ideas básicas y el objetivo final están claros como el agua, y el razonamiento es rigurosísimo. Lo que realmente llama la atención de esta cualidad es que esta estructura mental no era privativa del ámbito científico sino que era la misma para todos los demás aspectos: religiosos, políticos, etc. Quizás su enorme valía como científico y su legado como persona radicara en esta honradez intelectual que le caracterizaba.

Jaime Gutiérrez Benítez

 

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